miércoles, 29 de octubre de 2008


UN VIAJE APÓCRIFO: LUIS DE GÓNGORA EN EL SOMONTANO DE HUESCA
ASC

Historias de amores desgraciados ha habido muchas a lo largo de la historia y en todos los lugares del mundo, que han servido de fuente de inspiración a los escritores para sus relatos, dramas o poemas. Un poeta cordobés del siglo XVII, Luis de Góngora y Argote, nos transmitió su visión de una de las leyendas clásicas más hermosas: La Fábula de Polifemo y Galatea.
De una parte está la leyenda según la Odisea: Polifemo, hijo de Poseidón, fue uno de los Cíclopes o gigantes que tenían un solo ojo en la frente y que vivía en una isla (Sicilia) dedicado al pastoreo. Ulises (Odiseo) errante, llega a la región y con varios compañeros penetra en la caverna de Polifemo. Cuando éste regresa con su ganado, cierra con una enorme peña la entrada de la cueva, descubre la presencia de los intrusos y los irá devorando uno tras otro hasta que Ulises, valiéndose de una estratagema, emborracha al gigante, hiere su único ojo y, cubriéndose con pieles de carnero para que el pastor no los descubra, logran huir. De otra parte, también se conocía la historia de Polifemo músico y enamorado de la ninfa Galatea. El poeta Teócrito trata el tema en sus Idilios.
Con estos antecedentes, Góngora compone un largo poema de 63 octavas reales, estrofas de origen italiano, y 504 versos, donde relata la trágica historia del horroroso gigante Polifemo, que se enamorará de la hermosa ninfa Galatea. Sin embargo, ella se prendará del joven pastor Acis. Cuando el cíclope conozca la verdad, no dudará, celoso, en dar muerte a quien ha osado arrebatarle su amor. Finaliza la historia con una metamorfosis: Acis, por intercesión de la diosa Doris, madre de Galatea, será convertido en el río que desde entonces baña Sicilia ¿Símbolo del amor por encima de la muerte?
Luis de Góngora, en el momento cumbre de su creación literaria (1612-1613), emprende la composición de este poema barroco, desmesurado, cultísimo, que hará las delicias de algunos y que, paradójicamente, será despreciado por otros lectores que no gustaban del retorcimiento de su forma de escribir, elitista y propia de minorías.
He aquí dos octavas (ocho versos de once sílabas con rima alterna y un pareado al final de la estrofa) claves para saber dónde vivía el fiero pastor y cuál era su aspecto físico. Más adelante Góngora contrastará en otros versos los defectos del gigante con las virtudes de la hermosa ninfa Galatea:

Estrofa Quinta
Descripción de la cueva donde vive Polifemo

Guarnición tosca de este escollo duro
troncos robustos son, a cuya greña
menos luz debe, menos aire puro
la caverna profunda, que a la peña;
caliginoso lecho, el seno obscuro
ser de la negra noche nos lo enseña
infame turba de nocturnas aves,
gimiendo tristes y llorando graves.

[Unos troncos robustos sirven de defensa y tosca guarnición de este recio peñasco. A la greña o maraña intrincada de árboles debe la profunda caverna aún menos luz del día y menos aire puro que a la peña que la cubre (pues si mucha luz y aire quita esta piedra, más quitan aún los árboles que están delante). Y que el seno obscuro de la cueva sea lecho tenebroso de la noche nos lo indica una infame turba de aves nocturnas que allí gimen con tristeza y vuelan pesadamente]

Estrofa Octava
Descripción del Cíclope Polifemo

Negro el cabello, imitador undoso
de las obscuras aguas del Leteo,
al viento que lo peina proceloso,
vuela sin orden, pende sin aseo;
un torrente es su barba impetüoso,
que (adusto hijo de este Pirineo)
su pecho inunda, o tarde, o mal, o en vano
surcada aún de los dedos de su mano.

[El cabello negro, imitador, en lo undoso (ondulado) y lo oscuro, de las aguas lóbregas del río del Olvido (muerte), pende sin aseo cuando no vuela desordenadamente al soplo de los vientos huracanados; su barba es un impetuoso raudal que se diría bajar de la mole montañosa que es el gigante, como un torrente nacido de este gran Pirineo: hijo adusto, pues, de este Pirineo ("adusto" por lo fosco y encrespado, y "adusto" por venir del Pirineo, pues el nombre Pirineo se relacionaba tradicionalmente con la voz griega 'pir' que significa 'fuego'); así se despeña la barba torrencial de Polifemo llegando a inundar el pecho del cíclope, surcada, no por un cepillo o peine, sino todo lo más (aunque pocas veces y mal y sin resultado) por los dedos del propio gigante].

¿Fueron estos y otros muchos versos únicamente el resultado de la inspiración del poeta? ¿Había viajado a Sicilia para contemplar aquellos paisajes que luego describirá en su Fábula? ¿Sólo tuvo en cuenta a los autores clásicos para esta obra cumbre del Barroco español?...
Estas preguntas pueden quedar despejadas si nos detenemos en las amistades que Góngora frecuentó en los años anteriores a la publicación de la Fábula de Polifemo. Desde 1603 que se encontraba en Valladolid, por unos años lugar de la Corte, hasta 1617 en que se instala definitivamente en Madrid, realiza frecuentes viajes y mantiene una serie de contactos de amistad con interesantes poetas, alguno de ellos no suficientemente conocidos…
De Fray Hortensio Felix Paravicino, trinitario nacido en Madrid en 1580, Góngora tomará aspectos formales para sus poemas, ya que admiraba los muchos conocimientos retóricos que este predicador poseía.
A Pedro de Valencia, humanista muy respetado por Góngora, nacido en 1555 en un pueblo de Badajoz, le pedirá consejo antes de publicar definitivamente la historia del gigante y la hermosa ninfa.
Pero mucho más interés tiene para nuestro propósito indagador los contactos que Góngora mantuvo con Pedro de Espinosa (Antequera, 1578), poeta que en 1606 padeció una crisis religiosa motivada por los amoríos con la poetisa Cristobalina Fernández de Alarcón y que le llevaron a alejarse del mundo como ermitaño a un lugar recóndito que Bartolomé de Argensola le dio a conocer: la ermita de la Val de Onsera, perdida en la Sierra de Guara, en las cercanías de Huesca, donde años más tarde florecerá la corte literaria del noble Vicente Juan de Lastanosa. Cuando Góngora publique su Polifemo, dedicará la obra al conde de Niebla a quien sirvió su buen amigo Pedro de Espinosa.
De todos, acaso fue esencial su amistad con Juan de Tassis Peralta, conde de Villamediana, poeta nacido en Lisboa en 1582, que ha pasado a la historia más por su vida aventurera, tabernaria y política que por sus versos, recogidos y publicados en Zaragoza en 1629. Amante de los viajes y muy cosmopolita fue quien le presentó a los poetas aragoneses del Somontano Lupercio y Bartolomé, nacidos en Barbastro en 1559 y 1562. Cercanos a Góngora, no cesarán de hablarle con nostalgia de los aires de su comarca oscense, de la cercana sierra de Guara repleta de cuevas, "surgencias" y barrancos, así como de los hermosos valles, de los caudalosos ríos, de los encrespados montes y las marañas de bosques centenarios del Pirineo.
En 1609 pudo Góngora satisfacer la curiosidad de conocer aquellos parajes oscenses de los que sus amigos tanto le habían hablado en los mentideros de las gradas de San Felipe el Real o en las Losas de Palacio, lugares cercanos al Alcázar madrileño. Tenía que hacer, comisionado por el Cabildo de Córdoba, un nuevo viaje al norte de España: Álava y Pontevedra. No lo dudó ni un instante. Provisto del Nuovo itinerario delle poste per tutto il mondo y del Hispaniae et Lusitaniae Itinerarium aprovechó su estancia en Álava para pasar un mes en la tierra de los hermanos Argensola. Desde primeros de octubre hasta finales de noviembre disfrutó del otoño aragonés e incluso se atrevió, con extrema osadía, a adentrarse en el barranco de la Val de Onsera para conocer el lugar donde su amigo Pedro de Espinosa se había retirado tres años antes. Era como se lo había descrito: un lugar recoleto, casi inaccesible, de una belleza natural indescriptible en el que sólo se escuchaba el ruido del agua de la cascada golpeando las piedras y la sinfonía de distintas variedades de pájaros que poblaban los muchos árboles escondidos entre el roquedo. Conoció otros barrancos y se adentró, no sin dificultad, en algunas cuevas de la sierra. Fueron unos días inolvidables los que pasó en los alrededores del convento de Casbas.
A mediados del mes de noviembre tuvo la oportunidad de subir a los Montes Pirineos en una carroza, acompañando a un grupo de monjes que se dirigían a la ciudad amurallada de L'Ainsa. En la posada de Los Tres Reyes, donde se instaló, pudo comprobar lo muy adelantados que estaban, pues no tuvo que comprar la comida a los "obligados" y fue para él la mejor posada de España: camas con cubiertas de encaje, cortinas de seda, escudillas y platos de plata..., y, sobre todo, degustó una gran variedad de comidas.
Al contemplar la unión de los ríos Ésera y Cinca, quiso conocer cuál de ellos nacía más cerca. En varias jornadas y a lomos de una mula recorrió hasta donde pudo el último valle del río Cinca en busca del nacimiento. Habían caído las primeras nieves y algunos árboles todavía conservaban las hojas amarillentas. Por fin, una cascada gigante se precipitaba de los altos montes que formaban una barrera infranqueable en forma de las gradas de un circo...
Acaso sin la amistad que mantuvo Góngora con los ilustres poetas aragoneses o con los otros, relacionados con estas tierras, la Fábula de Polifemo y Galatea no habría podido recoger esas experiencias de la Sierra de Guara y de los Pirineos que el poeta cordobés disfrutó durante unos meses de 1609. Vale.

[Agradecimientos a Dámaso Alonso por su obra Góngora y el "Polifemo", Editorial Gredos].

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